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martes, 12 de julio de 2011
EL TORMENTO DE LA INFELICIDAD
Por Lesbia Gómez Suero
La mayoría de los hombres entienden por infelicidad, no contar con los recursos necesarios para obtener aquello que aprecian da felicidad y gozo; siendo los más puntuales, los bienes materiales, como también, haciéndose directo el dinero; a quien se le otorga todo el poder para adquirir por medio de este, aquello se cree, propenden a “la paz y la felicidad.”
Se infiere, que cuando esto no se logra se traduce en malestar físico, y obviamente, afecta ordinariamente al ser, compulsándolo a concurrir en las más de las veces, a corrupción, envidia, robos y crimen. Manifestándose éstos de forma dañina por su acción de maldad, tanto al entorno social y familiar, por el interés solapado de satisfacer sus apetitos de deseos. Esta presión se hace más evidente, en aquel o aquellos que se enfocan preeminentemente en lo material; sustituyendo los valores fundamentales de la entidad realizada espiritualmente, con lo cual se hace una sensata discriminación de lo importante para una vida en desarrollo, como es saber elegir lo real de lo irreal.
Hay que precisar, que mientras dure la estancia del hombre en la tierra, como modo de autorrealizarse, deberá desenvolver los procesos de sus dualidades-frío-calor; tristeza-alegría- en fin todos los opuestos. Por tanto, el manejo del dinero, es proporcional a la naturaleza del mundo material, y para ello se aplica. La afectación es que se dimensione su importancia, al hacer de él un dios; a quien le dan el atributo de felicidad. Es importante entender la necesidad de realizar la verdad de que no somos ni el cuerpo ni la mente, ya que estos son meros instrumentos al espíritu. La realidad es que somos “Espíritu” de energía primordial, que perdura más allá de los sentidos y de los placeres, como también de lo grosero carnal.
Por tanto, la felicidad tiene su origen y morada en el interior del Ser, y es donde se place el espíritu con gozo; es por ello entonces, que transitando el camino interno, con la observación continua de las actitudes emocionales y conductuales, se podrán eliminar los obstáculos para alcanzarla, manifestarla, y disfrutar en consecuencia de su bienaventuranza.
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