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viernes, 29 de octubre de 2010

LA VIDA DESPÚES DE LA MUERTE

En este apartado publicaré algunos testimonios de personas que murieron clínicamente y gracias al rápido reaccionar de los médicos regresaron a la vida para relatar sus fascinantes experiencias. Considero éste material como un invaluable consuelo para todas las personas que perdieron un ser querido, se que es el dolor mas grande del ser humano, y deseo que con estos textos se alivie al menos un poco el dolor de mis queridos lectores, al recordarles que la muerte no existe, que tan sólo es una palabra de los humanos para describir el paso de una vida a otra en otra dimensión, y que estos seres que atraviesan ese umbral se hallan en estancias infinitamente mejores que aquí en la Tierra. Pero basta de palabras y veamos algunos casos.

EL CASO DE VICTOR SUEIRO

El autor del libro “Más allá de la vida”, sufrió un paro cardiorrespiratorio que lo introdujo en lo que médicamente se llama muerte clínica. Su corazón dejo de latir y sus pulmones dejaron de funcionar. Lo que ocurrió en esos cuarenta segundos en que duro su ausencia- por llamarla de alguna manera- le cambió la vida para siempre. Él relata lo siguiente:
“Apenas entré en aquel `sueñito` vi que estaba en un lugar pesadamente oscuro, una suerte de túnel que me envolvía. Casi de inmediato tuve frente a mi una luz de apariencia ovalada, muy brillante y hermosa, que destilaba un halo lumínico a su alrededor. Mi sensación era la de querer pertenecer a ella, acercarme, fundirme, pero no era yo el que estaba decidiendo las cosas en ese momento. Todo sucedía, simplemente sucedía.
Sentí una paz absolutamente imposible de describir con lenguaje humano.
Todo estaba bien, todo estaba bien. No me importaba en lo mas mínimo que mi cuerpo estuviera allí abajo; no sentía miedo sino gozo, no había calor ni frío, ni ansiedad ni angustia. Ni siquiera había asombro por lo que estaba ocurriendo porque todo lo recibía como algo natural. Esa luz, que era como un sol al alcance de la mano pero que no enceguecía ni mucho menos, emanaba aquella paz sin límites y con sensación de eternidad ya que el tiempo no existía. Eso era `siempre`. No sólo era la nada, uno sentía que era el Todo, un estado de felicidad absoluta donde lo vivido hasta ese momento era casi una pequeña anécdota. En medio de eso, sin que se interrumpiera, comencé a escuchar un murmullo de voces que se multiplicaban con tonos cálidos y acogedores. Algunos surgían nítidamente nombrándome en una especie de bienvenida amorosa.

Hubo un `Viniste, Gallego` (que es como me llamaban muchos amigos), otros que me llamaban como `Víctor` o `Victorio`, otro apodo afectuoso, y una voz –irreconocible, todas lo eran, como sonidos modulados de un origen imposible de determinar, palabras que eran clarísimas pero no escuchadas con los oídos, no se como explicarlo-, una voz llena de dulzura que me decía: `Hola, Tito`. En ese instante era también algo natural, pero luego me preguntaría –y lo sigo haciendo- quien me llamaba así, con ese apodo infantil que deje de usar cuando tenia once o doce años y que solo algunos familiares recordaban, sin que siquiera mis amigos mas íntimos supieran que alguna vez me llamaban cuando aun estaban en este mundo. No lo sé, no lo sé. Allí no importaba, además. Todo era perfecto y maravilloso, todo se aceptaba como si uno hubiera estado esperando desde siempre ese instante, sin apuros, sin presiones, sin preguntas, ya que Allí parecían estar todas las respuestas. De repente, un sacudón.

Nada físico, un sacudón como una bofetada al alma, una sensación de tironeo para sacarme de allí. Yo no quería que eso ocurriera, me resistía de alguna forma, pero enseguida otro sacudón mas fuerte y un golpe de negrura que borraba toda aquella maravilla y me hacia sentir como atravesando aquel túnel inicial a una velocidad vertiginosa pero retrocediendo, volviendo. Un relámpago negro, un flash de tinieblas. Y las luces del quirófano como fuera de foco, similares a velas mortecinas comparadas con lo que había visto, el doctor Wisner pegándome suaves cachetadas en las mejillas mientras me decía `ya está, ya está, te mareaste, no es nada, te mareaste`, y yo que no sabia cómo me llamaba ni quién era ni qué hacia allí y que volvía a sentir mi cuerpo como si fuera un traje de buzo con papel d elija por dentro, un pijama de estopa, un enorme pedazo de plastilina apretado por un nene gigante. Eso fue todo. Eso fue Todo.

FUENTE: Producción de revista Gente; La vida después de la vida, fascículo nº6

1 comentario:

  1. Anónimo19:38:00

    Hermoso articulo, yo tuve una experiencia similar pero en un momento de profunda oración y comunión, mi mente se trasladó a ese plano, donde el amor es la ley y repasé mi vida junto a seres de luz, me mostraron un nivel de amor jamás vivido o visto, como que cada alma era tan preciosa para Dios, pero nosotros estamos en la tierra para aprender, todos quienes estaban alli orando , nadie supo nunca lo que vivía y nunca lo he contado. Mi vida cambió para siempre, se que lo importante es hacer el bien, amar sin condiciones, servir al prójimo, no juzgar, pero la cruda materia hace que me olvide, es una lucha espiritual por no perder esa esencia maravillosa que todos tenemos y se llama espíritu inmortal,nunca sestanos solos, nadie queda abandonado, es el poder de la orqación que nos conecta con ese mundo divino, ninguna oración deja de ser oida, pero debemos estar abiertos,a la inspiración y nunca rendirnos,Bendiciones para todos

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