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miércoles, 10 de noviembre de 2010

LA VIDA DESPÚES DE LA MUERTE II.

LA EXPERIENCIA DE TEODORA GERZINIC

El 15 de agosto de 1979, cuando tenía 22 años, sufre una insuficiencia respiratoria aguda y fulminante debido a una alergia provocada por ciertos medicamentos que estaba tomando. Entró en muerte clínica durante dos minutos. Ella misma cuenta lo ocurrido en ese lapso:

“Cuando sentí que me asfixiaba fue desesperante y yo no podía imaginar que enseguida pasaría por una experiencia tan maravillosa. Me entregué sabiendo que eso era el final y, de inmediato, comencé a sentir una paz que no podré describir nunca. De pronto me sentí en el techo de la habitación de casa, donde estaba, mirando mi propio cuerpo y todo lo que ocurría alrededor de el. Apenas comenzaron los síntomas, mi mamá llamó a un matrimonio de médicos que vive cerca. Yo los veía a ellos trabajando sobre mi cuerpo. Todo era muy claro. La doctora, recuerdo, ni siquiera se había sacado el tapado debido a la urgencia.

Vi, desde allí arriba, a mi mamá llorando en la puerta del cuarto mientras les pedía a ellos `por favor, sálvenmela`. También vi la llegada de mi hermana, que no estaba en la casa. Yo quería tranquilizarlos, decirles que estaba en paz absoluta, pero no podía hacer nada.
Me veía en la cama, boca arriba, con la cara totalmente desfigurada por la falta de oxigeno, con un gesto horrible. Los médicos buscaban mucha desesperación una vena en mi brazo. Todo era un caos de urgencia y de llanto alrededor de mi cuerpo, pero ni siquiera eso me quitaba la paz. No sentía angustia, ni dolor, ni miedo. Solo quería decirles que no se preocuparan, que yo estaba muy bien. Enseguida sentí como si empezara a navegar por un túnel, una luminosidad hermosa y los 22 años de mi vida que parecían pasar frente a mí como una película acelerada pero de la que yo captaba cada pequeña escena.

De repente apareció frente a mí mi abuelo, que había muerto hacia 5 años y al que yo amaba profundamente. Lo vi como puedo ver ahora a cualquier persona, vistiendo el traje que solía usar en vida en los días de fiesta. Y me habló. Me dijo que le gustaba mucho verme ahí, que sabia todo lo que yo lo quería y que el también me quería muchísimo, que le gustaría que me quedara junto a él pero que eso no era aun posible, y que me cuidaría siempre desde ese lugar en donde estaba. Yo quería quedarme pero ni siquiera esa dulce negativa me quito la paz que sentía, lo acepte mansamente porque todo era manso y natural en ese sitio.

De pronto surgió una luz muy pero muy brillante que parecía conducirme hasta un gran portón. Era enorme y hermoso, como tallado. Hermoso y majestuoso. Pero nunca se abrió. Fue en ese momento cuando empecé a sentir el dolor de la angustia porque estaba volviendo a mi cuerpo. Yo la defino como la angustia de la finitud. De golpe estuve otra vez en mi cuerpo y comencé a percibir a mama, a mi hermana, a los médicos, pero ahora con mis ojos humanos. Había vuelto.”

FUENTE: Producción de revista Gente; La vida después de la vida, fascículo nº6

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