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jueves, 3 de junio de 2010

Las fuentes de la felicidad

HACE DOS AÑOS, una amiga mía tuvo un inesperado golpe de suerte. Dieciocho meses antes de tenerlo había dejado su trabajo como enfermera para asociarse con dos amigos en una pequeña empresa de servicios sanitarios.

El nuevo negocio tuvo un éxito fulgurante y, al cabo de dieciocho meses, fue adquirido por una gran empresa, que les pagó una enorme suma. Tras unos inicios modestos, mi amiga entró en posesión de un patrimonio que le permitió retirarse a la edad de treinta y dos años. La vi no hace mucho y le pregunté cómo disfrutaba de su jubilación anticipada.

-Bueno -me contestó-, es magnífico poder viajar y hacer todas las cosas que siempre he deseado. Sin embargo -añadió-, aunque parezca extraño, después del entusiasmo por haber ganado tanto dinero, todo volvió más o menos a la normalidad. Claro que ahora tengo una casa nueva y muchas más cosas, pero en conjunto no creo que sea mucho
más feliz que antes.

Aproximadamente por la misma época en que mi amiga obtenía sus inesperados beneficios, otro amigo mío de la misma edad descubrió que era seropositivo. Hablamos acerca de cómo afrontaba su nueva situación.
-Naturalmente, al principio estaba desolado -me dijo-. Y tardé casi un año en aceptar el hecho de que tenía el virus del sida. Pero las cosas han cambiado este último año. Tengo la impresión de que cada día recibo mucho más que antes y me siento mas feliz que nunca.

Parece como si hubiera aprendido a apreciar las cosas cotidianas y me siento agradecido por el hecho de que, hasta el momento, no haya desarrollado ningún síntoma grave y pueda disfrutar realmente de las cosas que tengo. Y aunque, desde luego, preferiría no ser seropositivo, tengo que admitir que eso ha transformado mi vida en algunos aspectos... y favorablemente.

-¿De qué forma? -le pregunté.
-Bueno, siempre he mostrado tendencia a ser un consumado materialista. Durante el pasado año, sin embargo, el hecho de haberme reconciliado con mi destino me dio acceso a un mundo completamente nuevo. Por primera vez en
mi vida he empezado a explorar la espiritualidad a leer muchos libros sobre el tema y hablar con la gente..., a descubrir muchas cosas que antes ni siquiera imaginaba que existieran.

Eso hace que me sienta muy animado simplemente al levantarme por la mañana, ansiando ver qué traerá el nuevo día. Estas dos personas ilustran una cuestión esencial: que la felicidad está determinada más por el estado mental que por los acontecimientos externos. El éxito puede dar como resultado una sensación temporal de regocijo, o la tragedia puede arrojamos a un período de depresión, pero nuestro estado de ánimo tiende a recuperar tarde o temprano un cierto tono normal.

Los psicólogos llaman «adaptación» a este proceso, y todos podemos observar cómo actúa en nuestra vida cotidiana: un aumento de sueldo, un coche nuevo o el reconocimiento por parte de nuestros semejantes
pueden levantar nuestro ánimo durante un tiempo, pero no tardamos en regresar a nuestro nivel habitual. Del mismo modo, la discusión con un amigo, el tener que dejar el coche en el taller o algún contratiempo nos deja abatidos, pero nos volvemos a animar en cuestión de días.

Esta tendencia no se limita a ser una respuesta a hechos triviales, sino que se muestra en condiciones más extremas de triunfo o de desastre. Las investigaciones realizadas con los ganadores de la lotería estatal de Illinois o la lotería británica descubrieron que el entusiasmo inicial terminaba por desaparecer y los individuos regresaban a su estado de
animo habitual. Otros estudios han demostrado que incluso quienes se han visto afectados por acontecimientos catastróficos, como el cáncer, la ceguera o la parálisis, suelen recuperar o aproximarse mucho a su nivel anímico normal después de un período de adaptación.

Así pues, si siempre regresamos a nuestro nivel habitual, con independencia de las condiciones externas que nos afectan, ¿qué es lo que determina ese nivel habitual? Y, lo que es más importante '¿se puede modificar este y establecer un nivel superior?

Recientemente, algunos Investigadores han argumentado que el nivel de bienestar de cada individuo está determinado genéticamente, al menos hasta cierto punto: estudios como el que ha descubierto que los gemelos univitelinos o idénticos (que comparten la misma dotación genética) tienden a mostrar niveles anímicos muy similares, al margen de que fueran educados juntos o separados, han inducido a los investigadores a
postular la existencia de una tendencia determinada biológicamente, presente ya en el cerebro en el momento de nacer.

Pero aunque la dotación genética tuviera un papel en la felicidad cuya importancia aún no se ha establecido, la mayoría de los psicólogos están de acuerdo en que, al margen de ella, podemos trabajar con el «factor mental» e intensificar las sensaciones que tenemos de felicidad. Ello se debe a que nuestra felicidad cotidiana está determinada
en buena medida por nuestra perspectiva.

De hecho, que nos sintamos felices o desdichados en un momento determinado frecuentemente tiene que ver sobre todo con la forma de percibir nuestra situación, con lo satisfechos que nos sintamos con lo que tenemos actualmente.

FUENTE: "EL ARTE DE LA FELICIDAD", Su Santidad DALAI LAMA
con Howard C.Cutler. M.D.
http://academic.uprm.edu/dpesante/docs-apicultura/artedelafelicidad.PDF

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